
Marina de Miguel 2007
la mayoría de los hombres busca mujeres escandalosamente atractivas a cualquier precio. Incluso si son estúpidas. Las aman aunque vivan preocupadas por lo que le dijo una amiga a la otra, por lo mal que les cortaron el pelo, o por el kilo y medio de más que subieron cuando se fueron de vacaciones. Aunque sean profundas como un charquito callejero. Aunque su única aspiración en la vida sea tener un marido exitoso que les ponga una casa en un country, que las lleve a Punta del Este, que les traiga la revista Gente a la salida de la oficina, y les pague una empleada doméstica que trabaje de lunes a lunes. Es la verdad. Algunos lo asumen directamente, y otros magnifican atributos comunes y fantasiosos en cada pava que encuentran para justificarse.
prueba de ello son los cientos de actores, conductores, músicos y directores de cine que en vez de salir con actrices, conductoras, músicas o directoras de cine, salen con modelos anoréxicas que no son más que una percha de ropa elegante.
yestá bien. cada uno debe privilegiar las cualidades que más desee en una pareja. Si para ellos la belleza física es lo más importante, pues adelante. Que sigan diciendo que son “lindas”, “dulces”, “compañeras” o “buenas madres” para justificar que se casaron con un par de piernas largas sin nada en la azotea.
sin embargo, este derecho legítimo y privado que a primera vista es irreprochable, tiene sus consecuencias. Principalmente para el universo; porque cuando una mujer tonta se casa con un hombre inteligente, está ocupando una baldosa ajena, un lugar que estaba destinado a otra mujer, un espacio que no le pertenece. Está sacudiendo el orden natural del cosmos, tomando una mitad que no era suya, la mitad de una mujer inteligente.
al resto de las mujeres, este fenómeno nunca deja de extrañarnos. Casi a diario nos preguntamos como un cantante talentoso o un director de teatro puede estar casado cinco años con una mensa que sale en revista Caras, en cuatro patas y hecha milanesa en la arena, diciendo que su sueño es bailar en lo de Tinelli o escribir un libro de poemas. Es una duda que nos carcome por dentro: ¿Cómo se relaciona alguien que disfruta el arte con una mujer que sólo sabe de esmaltes de uñas y depilación brasilera? ¿Qué hacen cuando ven una película, leen un libro o tienen un vacío existencial? ¿Con quién hablan, con quién debaten, con quién intercambian ideas y se enriquecen? ¿Quién les devuelve los chistes? ¿Quién los hace reir? ¿Cómo es casarse con alguien que uno no admire?
La respuesta a esta pregunta diaria, que para algunas es el gran problema amoroso de sus vidas, es, sin embargo, sumamente simple: los hombres inteligentes y divertidos pueden darse el lujo de tener enamorarse de una idiota, porque tienen una amiga como Juli, una amiga Fer o como cualquiera de las que pertenecemos a este bando.